spring roll

miércoles, 19 de marzo de 2008

La idea inicial era ayudarlo a empacar para su viaje que era a las 3 de la mañana, idea que cambió luego de media hora de discutir sobre la mejor técnica para doblar un polo. Ya en Pardo, comenzamos el ritual semanal de la caminata. Primero, a alguno se le provocaba ir al casino cuando pasamos por el mismo casino de siempre. Luego de que su propuesta se vea no muy sutilmente rechazada, pasamos por la Embajada de Brasil para, otra vez, improvisar uno que otro paso de samba mientras caminamos. Luego, imitamos a algún extranjero que camina con mirada perdida y compramos basura comestible en el kiosko antes del óvalo. El ritual se cumplía a la perfección mientras comentábamos que encontrarse a alguien conocido también debía ser uno de los pasos a cumplir ya que era inevitable que pasara. Siempre pasaba. Ya cambiando de tema y esperando que la luz verde apareciera, pasó. Reconocí esa cara y esa forma de caminar de inmediato; es difícil no hacerlo cuando se ha caminado tanto junto a alguien. Era una de esas compañeras que siempre estuvieron ahí y que nunca tomaste en cuenta hasta que cierto día te cambiaron de sitio, te sentaron a su lado y nunca más volvieron a separarse, excepto que nosotros sí lo hicimos. Era ella. Tengo que reconocer que el par de años que no le había hablado hicieron que la extrañara, pero también hicieron que el reencuentro fuera lo más torpe, forzado y frío posible, para mi sorpresa, claro. Ella no me vio y por un momento pensé hacer lo que hago siempre: dejar las cosas pasar para evitarme situaciones simplemente porque puedo. Sin embargo, decidí no hacerlo porque no era cualquier persona. Era la que alguna vez fue mi mejor amiga (la única que de verdad consideré como tal y a la que nunca llamé así; no lo necesitábamos). Claro que entre duda y duda solo pasó medio segundo, así que la llamé por su nombre. Ella volteó, se acercó, me dio un besito en el aire, me contó rápidamente que no pensaba volver a Argentina, me dijo que se iba a Chilli's y se despidió. Así que ese fue el espectacular reencuentro de dos amigas que no se veían en dos años. Por supuesto que seguimos con el ritual semanal, pero debo reconocer que la escena del ridículo besito en aire y de la conversación relleno no salió de mi mente. Seguimos con el min pau y el rollito primavera (pedirlo como un spring roll huachafamente bien pronunciado era también parte del ritual) del puestito que está en la puerta del supermercado. Hacía hambre, así que los dos soles por el par de piezas estaban bien pagados. Lo único que faltaba: el pequeño niño caramelero de cara sucia pidiéndote el único min pau que te quedaba y por el que ya estabas salivando mientras te lo llevabas a la boca. Lo peor es que uno se puede negar a darle plata a un niño, pero comida?! no hay derecho. Está bien, está bien, pero agarra el enrollado no el min p-- (De pronto, como en cámara lenta el niño impulsivamente trató de tomar la pequeña esfera blanca, y en el intento, esta se deslizó del plato de plástico, voló por los aires y aterrizó al costado de un par de Adidas manchándolas con algunas gotas de salsa de soya). TE DIJO QUE EL MIN PAU NO!, pensamos los cuatro sin necesitar decirlo. El buen e inocente niño voluntariamente tomó el bocadito chino, desapareció por un segundo y volvió diciendo que ya lo había botado a la basura. De repente volvió a mi mente la voz de mi abuela diciéndome que tenía que comer mi comida y que no la desperdiciara porque los negritos de África se mueren de hambre (nunca entendí en qué demonios les afectaba el que yo no comiera a ellos). Un aire de compasión nos inundó y le compramos otro. Medio segundo después de siquiera ofrecérselo, el niño ya nos lo había arrancado de las manos y demandaba con chocante insistencia que le pasáramos todas las salsas del mostrador. Un poco consternados, sintiéndonos casi amenazados comenzamos a pasárselas cual sirvientes sin decir una sola palabra. No fue hasta que se fuera, sin decirnos gracias claro está, que nuestra facultad para vocalizar regresó y dijimos a unisono: qué conchudo! La chica que vendía boletos de lotería que había presenciado todo el pase nos contó que siempre hacía eso. Durante algunos minutos, comentamos el hecho cual serios adultos que discuten los problemas de la sociedad y nos depedimos amablemente de la vendedora, no sin antes ponernos a pensar por qué demonios no se dignó pasarnos la voz antes. Decidimos que era suficiente por la noche y caminamos de regreso con los bolsillos vacíos, las barrigas aún más y sintiéndonos estafados (ser estafados también debería ser parte del ritual, ahora que lo recuerdo cada vez que salimos, alguna víctima de asalto nos saca 5 soles para llamar a sus familiares). Era de regresar porque definitivamente, esa noche no era la nuestra. Algún optimista propuso caminar un poco más. Lo reconsideramos un poco, debo reconocerlo, pero solo hasta que llegamos a la esquina y vimos, tirada al costado de una toma de agua, una esfera de pan blanca un tanto familiar . Está bien, es suficiente por hoy.

2 comentarios:

*Luna* dijo...

rituales/errores de todos los dias que aun asi volvemos a cometer

Juan dijo...

Rituales que sin queren hacen y forman nuestra personalidad. :)