s/t 1.2

lunes, 12 de octubre de 2009

...eres mi único amigo y me encanta que seas gay, homosexual o lo que sea que seas que te impide desearme de cualquier forma y que me impide desearte: una persona menos de la que debo evitar enamorarme y una persona menos a la que deberé rechazar cuando sea demasiado tarde.

i'm addicted

...la soledad es una adicción degenerativa con efectos que quien no la sufre no podrá entender jamás. El placer que causa el sufrimiento de los sábados por la noche es incomparable, el daño que hacemos los que la sufrimos en los que se empecinan en sacarnos del hoyo también lo es.

trago rosa

martes, 6 de octubre de 2009

hace tiempo que no nos veíamos, los tres, todos, pero sobre todo los tres. Una reunión tranqui -nos dijo- fácil algo de poker, algo de trago y guitar hero. Legué una hora después de lo acordado y aún no había llegado nadie. Las conversaciones ligeras sobre ciertos sucesos que nos habíamos perdido se fueron convirtiendo en las conversaciones densas que tanto me gustan, pero que eran poco pertinentes justo esa noche que tenía, más que nunca, tantas ganas de salir a algún lugar desconocido y pasarme de tragos. Seguimos esperando y luego de realizar un par de llamadas nos dimos cuenta de que, una vez más, nadie vendría a pesar de haberlo prometido. F y C fueron los únicos que se nos unieron antes de partir con rumbo desconocido. Hubiera sido buena su compañía de no ser por el hecho de que acaban de terminar su relación de 4 años y que la tensión se podía sentir cada vez que alguien habría la boca para hacer algún comentario innecesario. Esa noche era la celebración del cumpleaños de cierta amiga de la universidad. A pesar de no tener casi nada en común, había tenido la delicadeza de invitarnos. Ante la ausencia de un plan mejor, fuimos incrédulos a su fiesta. Bajamos del taxi y en la puerta había unas cincuenta personas esperando ingresar. Una llamada después, estábamos entrando mientras dejábamos atrás algunas voces e insultos indignados. No me importaba nada, era cierto que detestaba los reservas en el derecho de admisión, pero más detestaba a las personas que morían por entrar a lugares como esos cuando evidentemente no eran bienvenidas. La música era malísima, pero nada que un exótico y rosado trago no pueda solucionar. Una hora después las cuatro caras malhumoradas del principio se habían convertido en cuatro cuerpos casi convulsionantes moviéndose en la pista de baile. Entre pachangas, pachangas y detestables pachangas estábamos ya cayendo en razón de la magnitud de nuestra hipocrecía cuando sentí en el hombro una mano desconocida. Estaba bueno o, al menos lo vi bueno con más de un par de tragos rosados encima. Sin decirme nada ya tenía su mano en mi cintura y su mejilla contra la mía. Me dejé llevar. Le atribuyo aquel comportamiento poco común en mí a mi ausente sobriedad o mi prolongada soledad. Las demás invitadas de la celebrada voltearon la mirada. Sabía que me estaban mirando y estoy casi segura que al menos una de ellas tomó una foto para la posterioridad. ¿Tan patética soy que el hecho de que un completo extraño sienta el deseo de bailar conmigo es motivo de asombro? Me habló al oído por el volumen de la música, pero me gusta pensar que lo hizo porque quería estar más cerca a mí. Terminó la canción y no me dejó ir, yo me dejé quedar.